Historia de la lejía
La lejía como definición es una disolución acuosa de hipoclorito de metales alcalinos (litio, sodio, potasio, etc...); coincidiendo así con la definición administrativa que dicho producto recibe.
Fue descubierta por un sabio francés de Napoleón, Berthollet (1748-1822) a quien la Química le debe muchas aportaciones. En medicina, a finales del siglo XIX, Pasteur descubrió que ciertas bacterias eran el origen de determinadas enfermedades y que podrían ser iniciativas por el hipoclorito sódico, por lo que su uso se extendió a los hospitales.
Ya a principios del siglo XX se usó masivamente con los nombres de Licor de Dakin y Agua de Labarraque; su empleo en soluciones diluidas se recomienda para el agua de bebida y para prevenir infecciones.
La lejía, popularmente, se la conoce como solución acuosa que sirve para quitar las manchas de la colada, para blanquear y con carácter fundamental por su gran poder desinfectante, que puede ser usada de forma muy fácil y actúa a cualquier temperatura.
Por todo ello, cuando un producto utilice el concepto lejía en su etiquetado, deberá acreditar la capacidad de desinfección que el mismo debe propiciar para con su uso y aplicación.
La lejía es ya un producto biocida, al ser de aplicación este tipo de norma a todos aquellos productos con capacidad para matar organismos vivos perjudiciales para el hombre o el medio ambiente; y la lejía es el producto biocida más efectivo, con una capacidad inigualable para matar los microbios más persistentes. Se recomienda su uso donde la higiene sea importante